miércoles, 1 de noviembre de 2017

32 años tirando dados


Un año mas, como todos los años por estas fechas, recuerdo aquella primera partida.con la que comencé esta larga relación con los juegos de rol.

En realidad mi primer contacto había sido un poco antes, aquel mismo año. En 1985 yo era un habitual de la Ludoteca municipal, si por aquel entonces había de esas cosas, y cada vez que llegaba un juego nuevo era el primero en cogerlo y estudiarme las reglas. Hablo de la época entre aquel parchís llamado En busca del Imperio Cobra (1981) que tanto tiempo nos tuvo maravillados, y la llegada del grandioso Heroquest (1990) y el no menos épico Cruzada Estelar (1992).
Recuerdo que como tantas otras veces el encargado de la Ludoteca me informó del juego nuevo, el cual yo "secuestré" raudo y veloz, huyendo a un rincón de para poder cotillearlo sin que nadie me molestara. 
El juego en si venía en una caja pequeña, pero la ilustración de portada prometía grandes aventuras.


Dentro de la caja lo primero que me encontré fué una bolsita con dados de formas extrañas. No era la primera vez que veía dados raros, aunque era la primera vez que veía aquellos dados raros. Nah, los deseché rápidamente en busca de la chicha.
Un manual de instrucciones bastante gordo... aquello tenía pinta de juego complicado.
Oh, vaya, ¿otro segundo manual de instrucciones? De hecho tiene la misma ilustración, que raro. 
Y debajo... el fondo de la caja.

Aun hoy recuerdo la sensación de completa y absoluta decepción.

Si la memoria no me falla, incluso fuí a comentárselo al encargado para decirle que el juego había llegado defectuoso. Venía con dos copias del manual de instrucciones y no tenía ni fichas, ni tablero, ni nada.

Para ser mi primer contacto con el rol la cosa no pintaba muy bien...

.oOo.

La primera partida fue un poco mas tarde ese mismo año.

Casualidades de la vida una de mis primas cumple años el 1 de Noviembre, lo cual le permite celebrarlo todos los años el día correspondiente. No como el resto de mortales que debe amoldarse a la realidad de los festivos.

En aquella ocasión acudió un primo del otro lado de la familia que nos propuso probar un juego que se acababa de comprar. Cosas de la vida resultó ser el mismo juego que meses antes había llegado a la Ludoteca, así que me animé movido por la curiosidad.

Él era un poco mayor que nosotros, y fue la primera persona a la que le escuche aquello de que eso era un juego que en realidad transcurría en nuestra imaginación, que crearíamos unos personajes para vivir aventuras, y un montón de detalles extra que no terminábamos de comprender.

También nos enseñó el manual para irnos metiendo un poco en la historia.

Si no habéis ojeado nunca la "caja roja" no dejéis pasar la oportunidad. Puede que la maquetación sea sobria, pero los dibujos de Larry Elmore siguen siendo una maravilla incluso hoy.



Mi primer personaje fué un Clérigo. Hacían magia, llevaban armadura, y hasta pegaban. El clásico bicho que hace de todo y no es bueno en nada (salvo curar, claro). Si hubiera existido el bardo en aquella edición seguramente mi primer personaje habría sido un bardo, claro.
Mi prima se hizo una guerrera, y tras rellenar una ficha sin tener claro que diablos hacíamos nos lanzamos a la aventura.

No se si habréis jugado alguna partida de mazmorreo a la antigua usanza, pero el esquema era muy sencillo. De hecho si habéis jugado a Munchkin seguro que os suena. El Master va dibujando la mazmorra en una hoja cuadriculada, y los jugadores se dedican a abrir puertas, reventar la cabeza de todos los monstruos que haya en la habitación, saquear todos los tesoros posibles, y buscar una nueva puerta que abrir.
Por supuesto la mazmorra incluía un dragón al final, como buena mazmorra. Aunque nunca llegamos a verlo ya que el cumpleaños se terminó antes.

Mi primera partida fue una cosa rápida en la que no me enteré muy bien que demonios había pasado... pero allí había algo que me pedía saber mas.
No fueron las reglas, evidentemente, ni siquiera la aventura en si. Fue mas bien sentir que me había metido dentro de una historia, una novela, una película, en la que yo controlaba las acciones del protagonista. Y aquello tenía pinta de que podía aplicarse a cualquier historia.

Poco después cambié de colegio, y una de las cosas que me trajo el nuevo centro fue un grupo de amigos con los que empezar a descubrir ya por nuestra cuenta eso de los juegos de rol.
Gente con la que jugaba todos los días en el recreo de la comida, y mas aún el fin de semana. 
Recuerdo que a falta de manuales improvisábamos sobre la marcha las reglas para contar nuestras historias. Básicamente cada semana nos inventábamos un juego nuevo sobre algo que habíamos visto ese finde.
¿Echan Tron en la tele?, la semana siguiente jugamos a Tron.
¿La Patrulla Galáctica?, ¡todos a defender la galaxia!
Daba igual, lo importante era jugar.
De hecho, como nuestra referencia principal era la película que habíamos visto y los videojuegos, las fichas de nuestros personajes solían reducirse a un dibujo del personaje, su equipo, y un número de vidas. Igual que en las "maquinitas".
Claro, es muy probable que de aquellas primeras partidas haya salido mi visión actual del rol... o no. A saber.

Lo que está claro es que aquella primera partida de D&D es la culpable de que 32 años después siga visitando mundos extraños. 
3 décadas jugando rol han dado para mucho, pero todavía me faltan tantas aventuras por vivir, tantos mundos por visitar...

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