jueves, 12 de enero de 2012

[fanfic] ¡Ciegos!

Un día se me ocurrió escribir Descenso para tener una pequeña historia con un montón de Recios, y ahí quedó la cosa.
Ahora el orco gruñon se ha sacado de la manga la operación que se realiza una vez en tierra (aquí), y como soy un envidioso yo me he dedicado a crear un relato-puente entre ambos.

.oOo.


- Planeta Kentares VII.

Una vez en tierra el contingente de defensa Imperial fué rapidamente eliminado tras lo cual los Recios aprovecharonn para reagruparse. El Sarge reunió rapidamente a la tropa mientras los equipos medicos evaluaban a los heridos

- “Zarge, ezto no me guzta lo maz mínimo”.
- “No te pagan por que te guste, Cortez, te pagan por hacer tu trabajo”. - increpó el Sargento a la suboficial, tras lo cual se acercó a Dorian y añadió en voz mas baja. - “A mi tampoco me gusta lo mas mínimo. Con todo lo que había defendiendo la entrada no es normal que ahora esté tan tranquilo. Nos están preparando algo”.
- “Bueno, siempre es mejor entrar en una trampa cuando sabes que te la han preparado, no? - respondió el Miraluka con una sonrisa en la cara”.
- “Claro, mi deporte favorito, servir de carnaza para un grupo de imperiales”. - Respondió Oroth con una mezcla de broma y queja tan habitual en las conversaciones de los oficiales del regimiento. - “¡Muy bien nenas, dejad de pintaros las uñas y preparáos para cazar imperiales!. ¡Nos están esperando y sería muy descortés hacerles esperar!. ¡Adelante Recios!

[...]

Las imagenes holograficas tomadas por las sondas mostraban una estructura bien defendida.
Los Recios no tuvieron problemas en entrar en la pequeña fortaleza unicamente protegida por sistemas automáticos.

En su interior no encontraron resistencia, cosa que solo incrementó la sensación de intranquilidad.
Parecía como si todo fuera un decorado perfectamente montado pero nunca utilizado. Un decorado muy bien defendido. Demasiado trabajo para un engaño e incluso para una trampa.

Fueron los scanners geotermales los que dieron una respuesta.
Desde la planta inferior debía existir algún sistema de bajar a lo que parecia una instalación subterranea, y unas cargas explosivas evitaron el problema de buscar la entrada.

Los Recios accedieron a un tunel de mantenimiento y desde ahí a lo que a simple vista semejaba algún tipo de biosfera o arcología imperial.

Dorian se paró tras andar unos metros en la frondosa jungla y comenzó a observarlo todo extrañado.

- “¿Todo bien?” - pregunto el Sargento con la frente perlada por el sudor.
- “Si Sarge... si. Es solo que semejante cantidad de masa viva deberíamos haber sido capaces de poder percibirla desde la fortaleza, y no ha sido así. Hay algo extraño en estos arboles...
- “Claro Princeps, tendremos cuidado con los arboles no sea que nos ataquen las lianas”.

Pese al tono burlesco del Sargento a su señal los Recios se prepararon para el combate inminente y él mismo iba mirando entre las ramas de los arboles por lo que pudiera haber ahí.
Sin embargo lo primero que llamó su atención no se encontraba entre la vegetación. Los Jedis se mostraban mas lentos de lo habitual, especialmente los Destine. Los Miraluka parecian incluso... torpes, si, esa era la palabra. Y el resto caminaban con las armas en las manos, como si por una vez no supieran que esperar.

[...]

Dorian tropezó con una raiz saliente. Un pequeño desliz sin importancia. Ni siquiera llegó a caerse. Pero solo el mero hecho de golpearse con un objeto que no había sentido era preocupante.
El Miraluka tenía serios problemas para percibir su entorno. No lo hacia con la facilidad innata de la costumbre, tenía que esforzarse conscientemente para hacerlo, y por lo tanto dejaba de lado cualquier cosa que no fuera su centro de atencion de ese momento.
En el fondo de su mente el enlace con Naia reverberaba con un sentimiento de desorientacion similar. Dorian se concentro en esa comunicación y en percibir a su esposa en las cercanias. Era como seguir una cuerda en medio de la oscuridad, un proceso sencillo pero que requiere toda tu atención y durante el cual no eres consciente de lo que hay a tu alrededor. Y así fué.
Dorian alargó la mano para tranquilizar a su mujer pero en lugar de ello su cuerpo chocó con algo duro que le hizo caerse hacia atras Una armadura de soldado, a juzgar por la voz que escuchó a continuación.

- “¿Se encuentra bien Maestro?
- “¿Naia?” - preguntó preocupado el Miraluka ignorando la pregunta del Sargento.
- “Aquí Dorian. Aquí.” - la sanadora Jedi apenas se encontraba a unos metros, pero ninguno de los dos era capaz de orientarse por el sonido, acostumbrados como estaban a percibir su entorno con la Fuerza.
- “Permitame que por una vez sea yo sus ojos, Maestro”. - se ofreció el Sargento ayudando al Jedi ciego a incorporarse.
- “Un tuerto ayudando a un ciego. Menuda escena, ¿no Sarge?” - bromeó Dorian aceptando la ayuda del soldado.
- “¿Ciego?, se que los Miraluka no tenéis órganos dedicados a la percepción visual, pero suponia que podriais hacer algo parecido a ver o percibir el entorno de algún modo”. - intervino Maruk con una mezcla de preocupación por sus compañeros e interés científico.
- “La Fuerza nos guía”. - afirmó Naia. - “Normalmente”.
- “Así es”. - dijó Latok mientras ayudaba a Naia a acercarse al grupo. - “Perro los Imperriales han corrtado nuestrra conexión con la Fuerrza en este lugarr de algún modo. Y mientrras que los demás solo estamos desorrientados, a los Miraluka les han prrivado de un sentido basico para ellos. Están efectivamente ciegos.

Urt ayudó a Dorian hasta que encontró a Naia y ambos Miralukas se abrazarón efusivamente.

- “Joder, estó lo cambia todo. Los Impes nos han anulado a todo el contingente Jedi. Ahora deberemos dejar un pequeño grupo protegiendolos”.
- “Ni hablar Sarge. Esto no cambia nada. Nada”. - interrumpió Dorian. - “La misión debe continuar, y aunque no contemos con la Fuerza algo podremos hacer. Los Miraluka os ayudaremos a cargar equipo y municiones, y el resto de Jedis que conservan sus sentidos pero no pueden hacer uso de la Fuerza seguro que pueden disparar un blaster”.
- “Princeps, sus Jedis carecen del entrenamiento necesario”.
- “Saben lo suficiente para no disparar a sus aliados, Sarge, y si podemos hacer que algún Impe agache la cabeza cuando disparemos ya hacemos mas que quedandonos aquí llorando lastimeramente”.
- “Jediz dizparando blazterz. El dia mejora a pazoz agigantadoz”. - Comentó Cortez burlona.
- “Theresse, cierra la puta boca. Silfith, cojan las armas secundarias. Maruk, asegurate que los Miraluka no se caigan en ningun agujero”.
- “¡Señor, si señor!”. - respondieron los soldados y de inmediato se reorganizó el grupo de una forma que ninguno había practicado anteriormente.

Mientras a su alrededor todo el mundo colaboraba para minimizar los estragos de la maniobra Imperial, los Miraluka percibían el mundo de una nueva forma desconocida para ellos. Sonidos que eran incapaces de enlazar con personas o sucesos. Vibraciones, olores... diferentes sensaciones a las que no estaban acostumbrados a dar importancia y que ahora eran su unico puente con el mundo real.
Los Destine no se soltaban por miedo a no ser capaces de volver a encontrarse. Naia apretó la mano de Dorian con fuerza y el Jedi respondió acariciandole los dedos de forma tranquilizadora, aunque lo cierto es que el mismo se sentia perdido. No solo no podia percibir el entorno, lo cual ya era bastante frustrante de por si, si no que estaba completamente a merced de la ayuda de sus compañeros, lo cual para una persona habituada a manejar la situación y a organizar las acciones de los demás es tremendamente intraquilizador.
Perdidos. Indefensos. Vulnerables.

- “Aquí están las mochilas”. - informó Maruk antes de acercarse a los Miraluka, consciente de su situación y del efecto que podría tener un contacto repentino. Ya había visto antes personas en situaciones parecidas cuando algún soldado se despertaba en el hospital con heridas que le habían privado del sentido de la vista. La sensación de indefensión, la frustración de no poderse valer por uno mismo... los medicos debían ser muy cuidadosos con esos pacientes, que era en lo que acababan de convertirse sus dos compañeros.
- “Gracias... ¿Maruk?” - Naia intentó adivinar por la voz de quien se trataba, aunque en realidad era un tiro a ciegas basado en las ordenes previas que había dado el Sargento.
- “Si, Naia, soy yo”. - el sanitario ayudó a colocarse el equipo a los Destine. - “Lo mejor será que os sujeteis a la parte posterior de mi mochila”. - guió la mano de Naia y dejó que esta colocara la mano de su esposo. - “Aquí, si. Andaré despacio y os avisaré de cualquier cambio brusco en el entorno”.
- “Gracias”. - respondió Dorian con sinceridad, y por primera vez Maruk no vió al Jedi ni al oficial. Tenía delante de él una persona indefensa, un compañero que necesitaba ayuda.

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